Cuando los vecinos del labrador le dijeron que mala suerte tenía por perder el caballo, el les replicó:
¿Buena Suerte?, ¿Mala Suerte? ¿Quién Sabe?
Una historia china habla de un anciano labrador que tenía un viejo caballo para cultivar sus campos. Un día, el caballo escapó a las montañas.
Cuando los vecinos del labrador le dijeron que mala suerte tenía por perder el caballo, el les replicó: ¿Buena Suerte?, ¿Mala Suerte? ¿Quién Sabe?
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Había una vez un agricultor que cierta noche fría de invierno oyó un golpeteo irregular contra la puerta. Fue hacia una ventana y vio cómo varios pequeños gorriones atraídos por el evidente calor que había dentro de la casa, se golpeaban contra el vidrio de la puerta.
La Ascensión del Señor. Ciclo C
12 de Mayo del 2013 Hch 1, 1-11 / Sal 46 / Heb9, 24-48; 10,19-23 / Lc 24, 46-53. Hay un lugar, cercano a Jerusalén, llamado el Monte Olivete, que se inunda de alegría desde la víspera de esta fiesta. Hoy es propiedad de musulmanes y para que los cristianos entren tienen que pagar para orar ahí un rato o para celebrar Misa. Es un edificio no grande, coronado por la media luna, y en la Ascensión de Nuestro Señor, en el atrio celebran griegos, armenios, coptos y latinos. Se mezclan la fe, la alegría y el folklor. Sólo una cosa los une a todos. Todo mundo mira hacia el firmamento; de aquí se alejó definitivamente Nuestro Señor al cielo; aquí terminó su vida terrena. Hubo, a través del tiempo, templos que fueron destruidos y vueltos a edificar, -hasta hubo una gran basílica en el S. IV, -lo cuenta S. Jerónimo, que estuvo ahí; - que tenía abierto el domo para que los peregrinos en sus plegarias, contemplaran el cielo, por el que Jesús ascendió y se les ocultó a los apóstoles porque una nube lo cubrió. Han cambiado muchas veces paredes, columnas, y altura o materiales de aquel edificio sagrado, pero el lugar, la colina y el cielo azul son los mismos. Se cuenta que el siglo pasado vivía en la región de Kimberly en Africa una familia muy pobre.
El hombre tenía un rancho, pero la tierra era arenosa y estéril. Los niños, sin dinero con que comprar bolitas, habían aprendido a jugar con piedrecitas que juntaban de la arena del arroyo. Un día pasaba un grupo de hombres y se detuvieron para pedir agua. En una aldea alemana, durante la guerra mundial sufrió muchos daños la iglesia parroquial a causa de los bombarderos. Allí se guardaba una imagen de Cristo crucificado, de gran devoción en la comarca y de notable valor artístico. De resultas de una de las bombas, la imagen perdió los dos brazos. Cuando terminó la contienda, se plantearon qué podían hacer con el Cristo. Unos eran partidarios de dejarlo tal y como había quedado. Otros preferían encargar a algún artista que hiciera una reproducción de los brazos, en base a fotografías, y completar así la escultura.
III domingo de Pascua. Ciclo C
14 de abril de 2013 Hch 5,27b-32.40b-41 / Sal 29 / Ap 5, 11-14 / Jn 21, 1-19. Cuando Dios con su gracia, hermanos, inunda el corazón, las realidades temporales se viven de otro modo. Lo común es que todos nosotros, por ser humanos, e incluso bautizados y conscientes de nuestra fe; seguros de la gracia de Dios que nunca falla, buscamos ordinariamente lo agradable y placentero, y también rehuimos el esfuerzo al sufrimiento y a la renuncia a nuestros gustos y apetitos. Los Apóstoles, con Pedro a la cabeza, predicaban sin complejos a Jesucristo resucitado y aquel hecho -reconocido por toda Jerusalén- fué reprobado por los mismos que habían pedido la condena y muerte del Redentor. La respuesta de quienes habían evangelizado en unos días la ciudad entera fué: “Primero hay que obedecer a Dios y luego a los hombres”. Estaba golpeado y marcado y el rematador en una subasta y pensó que por su escaso valor, no tenía sentido perder demasiado tiempo con el viejo violín, pero lo levantó con una sonrisa.
-¿Cuánto dan señores? -gritó-, ¿quién empezará a apostar por mí? -Un dólar, un dólar- alguién replicó, después dos dólares. -¿Sólo dos? -Dos dólares y ¿quién da tres?, tres dólares, a la una; tres dólares a las dos; y van tres… Un pequeño muchachito estaba contándole a su abuelita cuan mal iba “todo”: la escuela, los amiguitos, problemas de salud, etc. Mientras tanto la abuela estaba horneando un pastel. Entonces ella le preguntó a su nietecito si deseaba un bocado de algo, a lo que por supuesto él aceptó de inmediato. Sírvete un poco de harina – le dijo la abuela. ¡Guácala abuelita! -contestó el niño.
Martes del adiós. Jesús se despide de sus apóstoles. Sabe que pronto se irá. ¡Y de qué manera: traicionado por uno de ellos! Despedirse siempre duele. Tanto más cuanto más se ama. Jesús se conmueve profundamente. Los apóstoles no habían sido fáciles: hombres rudos y duros de entendimiento. Tuvo que reprenderlos muchas veces. Pero los amaba. ¡Y cuánto! Todos nos hemos despedido alguna vez de personas muy queridas. ¡Cómo sangra el corazón! Fue ésta la primera sangre derramada por Jesús. Y ya no dejará de derramarla hasta que una lanza le atraviese el Corazón en el Calvario.
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April 2014
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